Querer progresar es la mayor parte del progreso
Lucio Anneo Seneca (2AC-65)
En algunos casos se busca el crecimiento de la empresa mediante nuevas inversiones, pero en otros muchos los cambios y las inversiones vienen motivadas por las circunstancias.
Sea como sea, el desarrollo y crecimiento de una empresa no es, en la mayoría de los casos, una opción sino una necesidad, y es necesario ser capaz de afrontar los cambios que sin duda, se producirán.
Sirva como mero ejemplo, aunque no único, la empresa familiar.
Es bien sabido que lo conocido como Empresa Familiar es un altísimo porcentaje del total de pequeñas y medianas empresas y que son estas las que generan en torno al 65% del PIB en España.
Lo que es menos conocido es un axioma que mantiene que sólo un tercio de las empresas familiares llegan a la segunda generación y, de ellas, sólo la mitad a la tercera generación.
Esto es debido a múltiples causas, pero es ese aproximado 15% de empresas que perdura el que ha conseguido superar las más importantes: (I) la falta de flexibilidad, (II) la excesiva dependencia de ciertos elementos concretos y (III) la falta de una gestión y asesoramiento profesional, independiente y no condicionado.
Circunstancias que, superadas, hacen posible asumir los cambios y perdurar.
No son estos problemas exclusivos de la empresa familiar, ni mucho menos, pero es en ella donde queda más patente la necesidad adquirir la capacidad necesaria para la adaptación a los cambios y la consiguiente flexibilidad y es por ello por lo que he querido tomarla como ejemplo.
Los cambios pueden ser realizados con mayores o menores costos y con una visión orientada a las perspectivas de futuro o mirando al pasado como mero acto de supervivencia, pero sea cual sea la razón para los mismos, la correcta asunción e implementación de estos cambios es vital para la supervivencia y viabilidad futura de la empresa.
Tales cambios serán más efectivos para los fines buscados y tendrán un menor coste tanto presente como futuro si se hacen de la forma más eficiente, racional y profesional. Siendo para ello necesario buscar unos objetivos que deberán ser concretados en cada caso, pero que podemos enumerar como sigue:
– Seguridad.- Sea cual sea el cambio o las inversiones a realizar, estas deberán tener en cuenta y preservar lo ya existente.
Los cambios no deben generar riesgos innecesarios ni en las estructuras empresariales ya existentes ni en las personas involucradas en el negocio ni en sus familias. De hecho, los cambios, sean cuales sean las razones que los generan o el objetivo que buscan, deberían estar orientados a garantizar esa seguridad.
– Eficacia.- Como en la forma, las posibilidades para los cambios son múltiples y variadas, pero de entre todas ellas, sólo una forma jurídica será la idónea considerando los activos preexistentes, las expectativas de futuro, las razones que han motivado los cambios y los objetivos detallados en el presente listado.
– Eficiencia.- La forma (material en este caso) en que se realice la inversión deberá considerar las circunstancias preexistentes, las expectativas, el día a día de la empresa y la ‘cultura’ empresarial de esta, porque estos elementos no pueden ni deben ser olvidados.
– Rentabilidad y ahorro de costes.- Siempre habrá más de una posibilidad que permita cumplir todos los objetivos anteriores, pero estos deberán ser cubiertos con la menor inversión posible, que genere el mayor y más pronto retorno posible y esté preparado para generar los menores costes posibles en los posteriores cambios que, sin duda, llegarán… (Flexibilidad)
El coste final de cualquier cambio o inversión variará en función del diseño original de la empresa y de la flexibilidad con que fue creada o de la capacidad de adaptación de los mecanismos del día a día, pero si se van a acometer esos cambios, este es el momento para, incluso por pequeño que sea, dotar a la empresa de esa flexibilidad y eficiencia necesaria para el éxito.