“¡¡Seamos realistas, pidamos lo imposible!!”.
Tal vez sería este un buen principio para este post si yo no hubiera nacido un mes tarde y no perteneciera a una generación por lo general más pragmática (o escéptica) que la que lo gritaba.
Pero empecemos por un principio que esto se parezca más a lo que es –un blog de contenido jurídico-empresarial– que a un manifiesto revolucionario.
Las soluciones a la crisis –al margen de la discusión sobre si la crisis es coyuntural o estructural, o si hacen falta medidas estructurales o de cambio de sistema productivo– son tan diversas, imaginativas y variopintas como quien las plantea:
– Los empresarios defienden la rebaja de impuestos, la rebaja de las cotizaciones sociales y la “flexibilización del despido” (ya sea esta flexibilización rebajándolo o creando nuevos modelos de contrato que permitan un despido más barato).
– Algunos sectores concretos exigen inyecciones directas de capital (financiero, construcción, automoción, etc)
– Los ‘renovables’ entienden que la salida de la crisis está en llenar la meseta de espejos mirando al sol.
– Los sufridos autónomos y PYMES exigen acceso al crédito (aunque no desdeñarán cualquier ‘salvavidas’).
– Los sufridos trabajadores –que se van quedando poco a poco en paro– exigen por su parte los subsidios a los que tienen derecho y otras políticas sociales complementarias.
– Nuestros gobernantes (estatales), esperando a que despeje, defienden la intervención estatal y el gasto público y reparten el dinero de los impuestos presentes o futuros mediante la estudiada fórmula de tirarlo al aire a ver donde cae (…siempre que caiga siempre junto a un enorme cartel).
– Nuestros gobernantes (locales) promueven la actividad económica mediante la colocación de semáforos, la construcción de piscinas climatizadas o la reforma de bares en espacios públicos –siempre junto a los mismos enormes carteles– para el mayor bienestar de sus vecinos… o de quien sea (vea aquí lo variopinto de las inversiones).
– Nuestros gobernantes (autonómicos) confían –además de en las más diversas políticas iluminadas por sus numerosísimos y sabios consejeros– en el empleo público y en la creación de enormes estructuras burocráticas… Y debe funcionar, porque la región que se dice que está sufriendo menos la crisis es Extremadura, que con un 8,35% de la población total y casi un 30% de la población activa en el sector público, se sienten más seguros de que conservarán su empleo y tampoco han dejado de consumir. Aunque habrá que ver si los dos que trabajan siguen estando de acuerdo en un futuro en dar de comer al tercero.
– Los sindicatos piden… no lo sé. Probablemente, sus subvenciones.
– Y cada experto de tertulia radiofónica o televisiva tiene sus propias, fundamentadas y eficientes soluciones.
No soy yo, humilde jurista, quien para decidir cual o cuales de estas variadas soluciones es la mejor, pero sí que puedo aportar mi pequeña propuesta –tan utópica como el comienzo de este post– : ¿Qué tal una “reforma estructural” consistente en la creación del Mercado Único Español?.
¿No sería más fácil que cualquier empresa pudiera establecerse y vender sus productos en cualquier lugar del territorio español sin más requisitos que los que se le han exigido en su ciudad de origen?. ¿No aumentaría ello la productividad y competitividad de la empresa?. ¿No abarataría esto los productos que llegan a los consumidores?. ¿No fomentaría este “Mercado Único” la actividad económica y el empleo?.
Soy consciente de la utopía que supone que –en pro del bienestar general– los Señores Locales renuncien al poder que les permiten autorizar bajo condiciones propias y exclusivas cosas que sus Señores Locales vecinos también han exigido antes bajo las mismas condiciones propias y exclusivas con otros formularios y en distinta forma y apariencia. Porque, ‘¿qué es el bienestar general comparado con el poder que ejerzo en mi Feudo?’
De momento, me temo que los que nos dedicamos a crear estructuras de negocios jurídicamente eficientes, deberemos seguir teniendo en cuenta como factor absolutamente trascendental el poder que ejercen estos Señores Locales en sus distintos Feudos.
Aunque –y concluyo a mi pesar con el mismo tono revolucionario con el que empecé– ¿no sería bonito acabar con las fronteras?